El emblema que resiste de pie
Dulce Muro
El último sismo al que sucumbió la Basílica de la Asunción de María Santísima, mejor conocida como la Catedral de Guadalajara, fue en 1932. El daño no fue tan mayúsculo como el terremoto de 1849, que derrumbó las torres por tercera vez en su historia y que después fueron edificadas de nuevo por el arquitecto Manuel Gómez Ibarra, quien las terminó en 1854; sin embargo, los daños causados por los distintos sismos siguen aquejando al símbolo más importante de la ciudad.
Entre las afectaciones se encuentra la leve inclinación de la torre norte, un ligero hundimiento y daño estructural en la cúpula. Todo lo anterior reforzado por las vibraciones constantes de los autos y camiones que circulan a diario y sin tregua por la avenida Alcalde y el túnel de avenida Hidalgo.
Sin embargo, a pesar de esta aparente inestabilidad, pareciera que la Catedral es indestructible, pues ha sobrevivido a todas estas calamidades y lo sigue siendo a través del tiempo, sobre todo en las mentes de los habitantes de la ciudad.
La catedral figura en el imaginario de los tapatíos e incluso de los foráneos como lo haría la estatua de la libertad en Nueva York y ha sido escenario de anécdotas que por la naturaleza del lugar parecerían impensables, tales como los dos suicidios en su interior que tuvieron lugar el año pasado. El primero de estos, fue el caso de un hombre que acabó con su vida de un tiro en la cabeza dentro de una de las capillas; en el segundo, otro hombre tomó veneno. Estos hechos sorprendieron a todos los tapatíos y ambos (con meses de diferencia) fueron noticia principal en los medios locales.
Ahora lo que es noticia es la construcción de la línea 3 del Tren Ligero, que pasará justo debajo del templo con torres neogóticas, lo que ahora vuelve a despertar el miedo de que la catedral, que alberga el segundo órgano más grande del país, así como la cripta con los restos de obispos y sacerdotes que han gobernado la diócesis desde el siglo XVI, no aguante otro túnel, excavadoras y una vibración aún mayor de la que ya soporta.
Lo cierto es que, si alguna vez este templo sufriera algún daño de nuevo, seguramente volvería a levantarse como un guerrero defendiendo su lugar como símbolo indeleble de Guadalajara.