Los perros la velarán
Wendy Mercedes Domínguez Contreras
Las leyendas permanecen, las anécdotas van y vienen, pero verídicas o no, a muchos nos intrigan.
El Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, mejor conocido como la Casa de los Perros, es un lugar que trae consigo la famosa historia de que anteriormente a la persona que pudiese rezar un novenario en el mausoleo del ex dueño Don Jesús Flores a las 12 de la noche en compañía de una vela y nada más, se volvería propietario de la que algún día fue una gran mansión.
Dado que esto nunca sucedió y hubo tantas especulaciones con respecto al tema, sólo quedó la pequeña duda de qué tan cierto era lo que solían decir de que el espíritu de Don Jesús seguía recorriendo los pasillos de la que alguna vez fue su casa.
La realidad es que el mausoleo de él sí existió y se encontraba en el Panteón de Mezquitán, lo que no se sabe es el nombre de los espíritus que no logran dejar la Casa de los Perros.
Dado que se volvió un museo que abrió sus puertas para toda persona que quisiera apreciar algunas de las piezas que solían usar en tiempos pasados, con el fin de llevar a cabo la práctica del periodismo y las artes gráficas, para saber un poco más de la historia de estas ramas. No logramos saber más de historias pasadas en relación con la famosa leyenda, lo que sí podemos rescatar son algunas vivencias que incluso llegan a incomodar a los encargados de abrir las puertas de este lugar a sus visitantes.
Los empleados no suelen permanecer mucho tiempo en este sitio, puesto que están en constante cambio; sin embargo, la encargada de la biblioteca, tras trabajar durante cinco años, tuvo la oportunidad de conocer a una empleada invidente que se encargaba del área de cultura incluyente, la cual le platicó que en una ocasión tuvo que quedarse hasta tarde y de pronto empezó a escuchar sonidos fuertes provocados por la caída de libros, ella inmediatamente sintió que no la querían ahí, por lo que decidió decir en voz alta “está bien, está bien, ya me voy” para luego alejarse de ese lugar.
Y si eso no parece suficiente, déjame contarte un poco más. El platicar con las personas hace que uno comience a verlas de otra manera; tras varios intentos de saber un poco más sobre una mujer encargada de la vigilancia percibí cierta incomodidad, y no era yo, ella en una ocasión sintió un golpe por detrás, inmediatamente volteó y no había nadie. También, me contó que después de un tiempo hubo un visitante en el museo que transmitía una energía extraña, él inmediatamente le dijo a esta misma mujer “aquí habitan tres seres”, después entendí que cuando el temor te invade nunca más quieres volver a revivir esos momentos.
Tal vez la mejor decisión fue la de aprovechar que este lugar fuera tan conocido para hacer de él un museo, así menos gente sentirá escalofríos al recorrer este sitio.