Por Dulce Muro
Un punto amarillo en medio de la ciudad
Del otro lado de las vías, en avenida Ingleterra, justo en el cruce con avenida Arcos, ha estado durante décadas una gran escultura amarilla, centro de suposiciones y adivinanzas, al ser muchos los que pasamos por ahí y nos preguntamos qué podrá representar esa figura geométrica que sobresale en el paisaje urbano.
El misterio (no tan misterioso) queda resuelto hoy: es un pájaro a punto de tomar vuelo. Un pájaro de fuego, este es el nombre de la figura, creada por el escultor alemán Mathias Goeritz, por encargo del arquitecto Luis Barragán y que está ubicada ahí para fungir como la entrada al fraccionamiento Jardines del Bosque. Se trata de una escultura de corriente abstracta realizada en concreto, que mide 15 metros de largo por 12 y medio de alto.
Por supuesto, desde su creación y construcción entre 1955 y 1958, el paisaje de esa zona era muy distinto a lo que conocemos hoy, lo cual además de destacar aún más al pájaro en medio de la zona, hacía que la figura guardara una relación directa con su entorno y en especial con los transeúntes, al ubicarse en un lugar que carecía hasta entonces de construcciones que pudieran restarle protagonismo.
Y no sólo la colonia era diferente, pues la escultura no siempre tuvo ese brillante color amarillo, sino que en un principio estaba pintada de rojo bermellón.
En la época en que fue realizado, otros tres importantes monumentos fueron erigidos en la ciudad: la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, el monumento de los Niños Héroes y la fuente Minerva.
Todos emblemas de la ciudad, pero el pájaro destacó por su concepto totalmente diferente a los otros tres, que pertenecían a un corte figurativo y tradicional. No es raro que la obra de Goeritz fuera blanco de críticas, pero también, que llamara la atención y quedara en la memoria colectiva de los tapatíos como otro monumento icónico.
El pájaro, que ahora lucha por salir volando del laberinto de concreto que lo rodea, se complementa con la fuente de la glorieta de Arcos, diseñada por Luis Barragán, al igual que toda la colonia antes nombrada, por lo cual se trata no sólo de una escultura que nos recuerda el genio del arquitecto y escultor que pasaría la mayor parte de su vida en nuestro país, sino de la gran mancuerna lograda por dos de las mentes más importantes de la arquitectura local. Razón por la cual se ha luchado tanto por preservar ambas estructuras que han visto cómo Guadalajara sigue creciendo.